"Bienvenidos al infierno, por favor mantenga brazos y codos dentro del vehículo". Daria Morgendorffer.

martes, 10 de agosto de 2010

Cómo sobrevivir en casa de mis tíos, los estirados. Parte 1- la comida.

Les haré una pequeña introducción. Estoy encerrada en la torre más alta del castillo de Rapunzel... bueno, no. Rapunzel seguramente estaba mucho más entretenida de lo que estoy yo. Estoy en casa de mis tíos, oh, mis tíos, inmortales políticos, reyes del aburrimiento crónico, nariz estirada, fanáticos de la insoportabilidad, expertos en criticar a todo ser viviente.

Por cierto, haciendo el borrador de estas líneas, he manchado el mueble de marcador azul. Espero que no lo noten hasta mañana cuando me vaya.

Estando aquí he encontrado el secreto de la inmortalidad. Es, tambien, la regla principal de esta casa; es simple y se compone de cuatro NOs:

NO azúcar.
NO sal.
NO grasas.
NO diversión.

Por lo tanto, ¿cómo comer con propiedad en ésta casa?

Lo primero que has de hacer es hacerte amigo de la cocinera. Pondrá más sal en tus comidas y te pasará la mantequilla cuando nadie esté mirando.

LA MÁXIMA DE LA COMIDA SALUDABLE:
Hasta el pollo a la plancha y los vegetales hervidos saben mejor con sal/azúcar en cantidades industriales y otros añadidos, por ejemplo:
-TODO sabe mejor con queso Kraft. Ya saben, de esas lonjas de queso amarillo asquerosamente malas para las arterias, pero buenas para el alma. Así que asegúrate de guardar algunas en el bolsillo y derrítelas sobre cualquier cosa. En serio. Hasta la sopa sabe mejor con queso Kraft.
-La mejor manera de disimular el asqueroso sabor de la leche descremada es el chocolate en polvo. En casa de mis tíos no hay semejante lujo, pero a falta de pan, pues que coman bollos. Había algo de cacao en polvo, del amargo; con eso y un cucharón de azúcar, la leche descremada se convirtió en algo remotamente parecido al chocolate normal. Nada mal.

Y ahora me voy, antes de que termine el noticiero de la CNN y ellos vuelvan a prestarme atención.

domingo, 1 de agosto de 2010

Bitácora de los "no me puede estar pasando esto".

Ay, no puede ser. No puede ser que tenga ganas de escribir y que realmente no sepa que decir. No tengo mucho de que hablar, además, claro, que de la eterna espera. La espera. Ah, maldita sea. Y, ni siquiera sé por qué carajo estoy esperando. ¿Acaso puedes decírmelo tú? 

Quizás espero a que se acabe este fatídico día, que empezó con aquéllos fatídicos hijos de los vecinos gritando en mi ventana. Fue un día soporífero. Hasta la atmósfera se hizo pesada, los mosquitos intentaban volar atrapados en la gelatina de las horas. El aire parecía gelatina de naranja, y moverse entre gelatina no es en realidad la manera más fácil de avanzar. 

Pero llovió. Durante menos de dos minutos, y con un sol insoportablemente radiante, llovieron gotas guesas y frías que hicieron a los transeúntes correr desprevenidos para no mojarse, que salpicaron el alféizar de la ventana de mi habitación y me llenaron de gotitas el rostro. Y eso me hizo sonreír, al menos una vez.

Creo que la lluvia es una de mis cosas favoritas en el mundo.

Pero quizás ese no sea el motivo de mi espera. Quizás espero a que se acaben las vacaciones, pues cada día hay menos motivos para estar sorprendida, y el sopor de los días de vacaciones es fácilmente comparable al sopor de los días de clase. Y claro, como mis (estúpidos) vecinos no me dejan dormir hasta más allá de las 8 porque no son capaces de quedarse dormidos hasta tarde como personas normales e INSISTEN en seguir madrugando, realmente no hay mucha diferencia.

Es mi último primer día de clases. Mis últimos "Maldita sea, dónde dejé el uniforme. Ah, arrugado detrás de la cama" y "¿Dónde coño está el cuaderno de Psicología? Profesora, un alien secuestró mi cuaderno". No sé si debería estar emocionada o aliviada, o triste, o las tres cosas juntas. Es como un remolino de emociones.

O, bueno, quizás simplemente estoy esperando el final de la espera. Quizás esperando un algo, quizás esperando un alguien que ponga punto y final a los días de sopor, (o por lo menos un estúpido punto y aparte). Maldita sea, sí. Una de mis cosas favoritas en el mundo es ese vacío en el estómago cuando sientes que es el inicio de algo. Y lo extraño, y...

Ay, por todos los santos cielos. O no. Quien sabe.